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En el año 1932, el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Breacht (1898-1956) escribe el poema titulado “De todos los objetos” donde afirma que, de entre todos ellos, los que más ama son los usados. Los materiales gastados y la transformación del tiempo configuran, según él, las formas más nobles. La belleza de lo usado se manifiesta en el objeto que ha perfeccionado su forma y se ha hecho precioso en las manos de tanta gente. A estos objetos los llamará objetos felices.
El poema formula, de alguna manera, una conceptualización del objeto usado. Un ready-made literario, donde la descripción del objeto mediante el uso, el desgaste, la fragmentación o la ruina, configura un nuevo contexto que lo eleva de categoría.
Marcel Duchamp (1887-1958) ya había producido en 1913 “Rueda de bicicleta sobre un taburete”, obra que más tarde consideró como su primer objet trouvé. Según Duchamp, su origen estuvo en el mero placer que le producía ver desaparecer los radios de la rueda al girar, pero el hecho se demostró más complejo. Eliminado cualquier significado utilitario, con un título y punto de vista nuevos, creó un nuevo pensamiento sobre el objeto.
Tanto el poema de Breacht como la obra de Duchamp proponen transformaciones de todo a todo. De este modo la operación del artista, que tradicionalmente había trabajado desde la construcción, opera por primera vez del lado de la mera elección. La puesta en valor de la memoria grabada contenida por el uso en un objeto seleccionado, o su cambio de contexto, constituyen un enriquecimiento del mensaje que el propio objeto transmite, modificando por completo su significado.
Este cambio sustancial, se manifiesta de una manera radical en las artes plásticas. Iniciado por Duchamp, ha tenido diferentes manifestaciones, pasando por las obras de Gordon Matta Clark (1943-1978) donde las acciones de destrucción o sustracción, sobre objetos arquitectónicos en este caso, producirían el mismo efecto.
Pero podríamos terminar preguntándonos si el germen no se originó quizás en la literatura. Mucho antes, el año 1794, Xavier de Maistre (1763-1852) dotó a los objetos de un significado especial en los diferentes viajes alrededor de su habitación. Marcel Proust (1871-1922) los cargó de evocaciones y referencias y Georges Perec (1936-1982) continuaría el camino de sus compatriotas franceses definiéndolos como receptores de memoria.
“Impregnados del uso de muchos, a menudo transformados, han ido perfeccionando sus formas y se han hecho preciosos porque han sido apreciados muchas veces”.
Fragmento de “Todos los objetos” de Bertolt Breacht.